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Autobús, dedo, pirineos y Ordesa en fin de año

Ordesa. Vista desde el Hotel Ordesa
Ordesa. Vista desde el Hotel Ordesa

En las navidades de 1994 apenas estrenaba mayoría de edad. Me embarqué junto a otros dos amigos en un viaje que resultaría ser una de las experiencias más bonitas y enriquecedoras de mi juventud.

Al final de ese otoño nos abordó la idea de realizar un gran viaje, aunque nunca llegamos a definirlo con exactitud, el deseo era mayor que la planificación, queríamos que fuera especial.

Por aquella época yo coleccionaba los recortables de fichas de Parques Nacionales y Parajes Naturales que venían con algún periódico. Después de ojear algunas, decidimos llevarnos todas y en el camino decidir el destino final en función del dinero. Cambiamos infinidad de veces.

Partimos de Málaga la noche del 28 de diciembre de 1994, dirección Madrid, en autobús nocturno. Llegamos de madrugada donde nos asaltó un vagabundo y tuvimos que darle parte del dinero que llevábamos. En la estación cogimos el primer autobús para Huesca. Ahí se descubría que el destino final estaría en los Pirineos. Al llegar a Huesca, esa noche, la estación de autobuses cerró, literalmente cerró las puertas. Lo que nos obligó a hacer noche antes de seguir. Tuvimos que pasarla en un parque.

Al día siguiente, conseguimos que un señor nos llevara a Torla en su Jeep. Desde allí, decidimos seguir a pie. Ya sabíamos que íbamos a una de las zonas más bellas de España: El Parque Nacional de Ordesa. Y el plan sería pasar el fin de año en el Refugio de Goriz.

Con Carlos en un refugio.

Ante nosotros se levantaba un imponente muro de montaña. La carretera, única guía hacia la pradera de Ordesa, nos mantenía en contacto con el mundo. A medida que nos adentrábamos en el parque descubríamos un lugar único. La distancia que nos separaba desde la Pradera de Ordesa y el refugio era de unos 12 kilómetros a lo largo de la conocida ruta transpirenáica GR-11. En el camino nos esperaban maravillas naturales como las Gradas de Soaso [FOTO], el Circo Glaciar [FOTO] o la Cola de Caballo [FOTO] antes del paso de las cadenas.

En el Parque estaba prohibido acampar por debajo de los 2100 metros, por lo que tuvimos que seguir sin paradas hasta subir el paso de las cadenas. El intenso frío y el hielo nos obligó a optar por un sendero alternativo que zigzagueaba por la montaña hasta llegar a un plano por encima del circo glaciar. Allí hicimos noche. La mañana nos regaló una impresionante vista sobre el circo glaciar y toda su majestuosidad.

Con Carlos. Circo Glaciar de Soaso

La mañana del día 31 de diciembre llegamos al refugio de Goriz, donde nos encontramos con los vigilantes del refugio. Dos magnificas personas que nos acogieron con los brazos abiertos, como familiares. Rabia me da no acordarme de sus nombres o tener fotos de ellos. Los días que estuvimos en el refugio fueron geniales. Era imposible salir por la tormenta. Por lo que nos forzó a quedarnos dentro todo el tiempo.

En el refugio, se hospedaba un grupo de montañeros que daban poco ruido. Estaban algo enfadados porque no podrían subir a Monte Perdido antes de volver a casa. Los chicos del refugio organizaron algunas actividades dentro para pasar el rato. Lo mejor fue la noche de fin de año. De un transistor con apenas señal salía la voz de Joaquim Prats que daba la bienvenida a 1995. Todos sentados muy cerca del fuego brindábamos con tazas de hojalata y cava, entre risas y una mezcla de cánticos aragoneses, andaluces, francés y nosequémás… entrámos en el nuevo año.

Fue un viaje más allá del desplazamiento. Una experiencia que nos llenó de vida. Algo que se me ha quedado grabado en la memoria.

Gradas de Soaso y Cola de Caballo
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